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Álvaro de la Vega, Chegando á Cruña, pintura sobre vidrio y esmalte. |
La
presencia del vidrio como arte en Reflexarte, que llega al Centro cultural de la Diputación, una idea de la Cristalería coruñesa El Reflejo para
conmemorar su setenta y cinco aniversario, que ofertó a varios escultores la
realización de unas piezas especiales. A Julia Ares, descendiente del fundador -artista relevante en el esmalte dedicada ya hace años al vidrio
escultórico-, se juntaron artistas ajenos a
este medio: María Xosé Díaz, Tono Galán, Tiago Madeira, Patinha, Soledad
Penalta, Pestana, Montse
Rego, Carmen Senande y Álvaro de la Vega. En el MACUF se pudo ver a fines de 2010 y la primavera del año siguiente.
Desde aquí las gaviotas de Ares sobre el mar de cristal viajaron, con las
medusas de Rego, y las demás obras, al Museo do Pobo Galego, con el orensano Acisclo Manzano
cómo décimo invitado en el catálogo.
Aquel plan, un variopinto espectáculo plástico, como comisario por
José Luís Rey, cobró nuevo impulso y levantó vuelo hacia Ourense. Éste oscila entre el
ornamento decorativo, efímero, y una voluntad de permanencia, estática,
expresada en unas pocas ‘manos’, una de
las hipótesis alcanzadas por la iniciativa de la cristalería coruñesa.
Utilizado como elemento de cierre
desde la Edad Media, ya era conocido desde la época romana en pequeños objetos (M. Justo Rodríguez ha estudiado las del Arqueolóxico ourensano,
ente que ha dedicado una como ‘peza do mes’ el pasado año al vidrio grabado
hallado en el Pompeo del Instituto Otero Pedrayo), material reverenciado desde las ventanas de las catedrales góticas.
En la pasada Biennale se desarrolló la Glastress (no podía ser menos estando en Venezia) en la que
diseñadores, artistas y arquitectos expresaron sus ideas: Arp, Louise
Bourgeois, Kosuth, Kounellis, Rauschenberg o Fontana, entre otros. Esto es, a otro nivel, el espíritu
de Reflexarte/reflexarte.
De ella nos quedamos con Soledad Penalta y sus siluetas saliendo de cajas de vidrios de colores distintos, poderosa metáfora conductista; y con Acisclo haciendo un guiño canónico a la pintura basada en el Nuevo Testamento: Cristo en la Cena, sobre una mesa con mantel (grande, mas en exceso menor...).
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