jueves, 28 de mayo de 2015

HA MUERTO UN GIGANTE

Duro, desde su pétrea vitalidad, mas casi transparente ya, le sentí, en mi último encuentro en el pasado marzo. Sus ansias se centraban ya sólo en el recuerdo fr. Rafael Arnáiz, con el que compartió noviciado, y postuló después para Beato, acudiendo gozoso a Roma, y consiguiendo luego que lo considerasen Santo. Su aliento mariano desde su propio nombre religioso de cisterciense de la estricta observancia en Oseira, fray María Damián, era un norte de su vida. Zamorano, nace Alejandro Yáñez Neira, en Morales del Rey, en diciembre de 1916, entrando en la orden del Císter en la Trapa de San Isidro de Dueñas (Palencia). 

Martiño Pinal le fotografió para La Región hace unos años.
Es uno de los monjes de la restauración definitiva de Oseira en 1966 cundo estuvo a punto de desaparecer lo que con tanto esfuerzo de había recuperado en octubre de 1929, tras la exclaustración decimonónica. Mientras los Padres Honorio, Martín, Germán o Plácido dirigían la casa él, desde el archivo, y la biblioteca, fue capaz de trenzar redes de voluntades, desde sus sueños, consiguiendo recuperar en gran medida la esencia de la Abadía histórica. Consiguió asimismo la realización de varios congresos monásticos, benedictinos y del Císter, de carácter internacional, participando él mismo en los Galaico-Minhoto. 

Posando en la librería dieciocheca, que consiguió recuperar y llenó de libros
Aunque de escasa formación científica e intelectual, supo suplir con dedicación y entusiasmo carencias, siempre abierto a aprender. Así lo hizo con la llegada de la informática y las operaciones de vista y otras dolencias. Era historiador vocacional, con cientos de artículos de monasterios, monjas y monjes, evocador de efemérides para la Revista Cistercium y otras. Su puerta estaba siempre abierta, lo que hizo mucho bien a Oseira y al Císter. Cuando comencé a tratarle en los años sesenta, todavía muy niño, por la vinculación de mi familia de Cea, hizo prender en mí la llama de la investigación cisterciense, que seguí en los estudios universitarios hasta el doctorado. Cuando con unos amigos licenciados en arte creamos el Grupo Francisco de Moure, y le invitamos a participar, rehusó inicialmente, mas tras entrar tuvo enseguida la grandeza de corazón y la necesaria inquietud por nuestra especializada heurística artística. Por él nos juntamos anualmente en la Abadía, saliendo después de clausura Fray Damián para comer con nosotros en los primeros tiempos. Colaboré con él en el estudio de San Famiano, que redactamos en una inolvidable semana santa con mucha ilusión y nieve, que el Xacobeo convirtió en libro, y participé en la elaboración del escudo heráldico de su Morales natal. 

Posando delante de la puerta de la biblioteca con los demás compañeros de Grupo Francisco de Moure en la última reunión en Oseira el pasado 21 de febrero, sábado. Derecho, con el bastón que ocultaba, apoyó ese día su recia constitución en mi mano... (foto Mani Moretón).
Mas fue su deseo de sumar, de construir desde su celda monástica, su labor más grande. Así quiso contar conmigo y con Valle Pérez, cómo especialistas, en el libro de los Cincuenta años de restauración de Oseira. La obra de coordinación del Monasticón Cisterciense Gallego, con especialistas e investigadores variados, queda como ejemplo de integración. Ha muerto un gigante, en el mes de mayo, y en el año de conmemoración de Claraval, casa madre de Santa María de Oseira. Gracias por tu llama, buen monje y amigo.

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