viernes, 9 de septiembre de 2011

MUERE VIRXILIO, MAESTRO DEL COLOR Y DEL DIBUJO


Hasta ayer vivió, desde sus ochenta y seis años en este Ourense que habitamos (desde hoy algo más huérfano de belleza, aunque no pintase ya apenas). Una vida dedicada a expresar el color intuitivamente, aplicado a sus figuras con gruesos trazos delimitadores de cuerpos y formas. Sus empastados y volumétricos relieves, cuadros que son frisos cerámicos. Los editores de la Gran Enciclopedia Gallega le incluyeron en el elenco de colaboradores para ilustrar las iniciales de las voces, hermoso fogonazo luminoso (alguna vez he oído de admiradores próximos a su edad lamentar que no hiciese algo así en Sargadelos, pero Díaz Pardo...). Sus dibujos también, plumillas clásicas, a boli, rotulador o tiza -como la que hizo en su antológica del Simeón comisariada por José Paz fotógrafo jefe del diario La Región (hoy publica en él una columna necrológica)-.

El pintor, que vivió largos y fructíferos años en el Cumial, se había trasladado en la última década al N. del Miño, al lado de la iglesia parroquial de Santa María de Tamallancos (Vilamarín). Nacido en 1925, tuvo la suerte de que en su primera juventud el gran Otero Pedrayo le dedicase unas palabras de alabanza en una publicación por amistad con su padre más que por sus méritos de entonces. Ello tuvo la virtud de ponerle en la estela de los nombres que compartieron sus vidas en aquel irrepetible ambiente en el que surgió el Grupo de la Xeración Nós orensana. Así también su relación con Antón Risco, con el que compartió cuarto (y cama: uno de día otro de noche) en París, donde trabajó como pintor (de paredes) y se inició en el camino de Europa (luego viviría y pintaría en Berlín, la Mitteleuropa de Vicente Risco...).

Virxilio y su sombra en una reciente exposición

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