Hasta ayer vivió, desde sus ochenta y seis años en este Ourense que habitamos (desde hoy algo más huérfano de belleza, aunque no pintase ya apenas). Una vida dedicada a expresar el color intuitivamente, aplicado a sus figuras con gruesos trazos delimitadores de cuerpos y formas. Sus empastados y volumétricos relieves, cuadros que son frisos cerámicos. Los editores de la Gran Enciclopedia Gallega le incluyeron en el elenco de colaboradores para ilustrar las iniciales de las voces, hermoso fogonazo luminoso (alguna vez he oído de admiradores próximos a su edad lamentar que no hiciese algo así en Sargadelos, pero Díaz Pardo...). Sus dibujos también, plumillas clásicas, a boli, rotulador o tiza -como la que hizo en su antológica del Simeón comisariada por José Paz fotógrafo jefe del diario La Región (hoy publica en él una columna necrológica)-.

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Virxilio y su sombra en una reciente exposición |
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