Por delante de este cruceiro, parte central del proyecto singularísimo de la gran escultora Soledad Penalta en Santiago, he caminado en dirección a Padrón, para reivindicar la verdadera historia de la peregrinación: tras llegar a Compostela, y pasar por la catedral, el peregrino iba siguiendo los pasos del Apóstol desde que llegaron sus restos a esta tierra de la antigua Gallaecia romana por mar...
La especulación inmobiliaria casi provoca su desaparición, de lo que consiguieron salvar los vecinos lo principal de la pieza iconográfica, conservada con cariño en la huerta del cura: un Cristo y una Virgen. Soledad Penalta conjugó la historia y la intervención contemporánea a través de dos elementos, el fuste y el capitel, metálicos de acero cortén.
Con metal, habitual en la expresión plástica de la artista natural de Noia (A Coruña), la creatividad del Soledad Penalta hace dos estructuras con sendas cruces, una obviamente incompleta, para crear así una tipología nueva en Galicia.
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