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lunes, 9 de julio de 2012

Exposición de arte desde la cristalería

Álvaro de la Vega, Chegando á Cruña, pintura sobre vidrio y esmalte.

La presencia del vidrio como arte en Reflexarte, que llega al Centro cultural de la Diputación, una idea de la Cristalería coruñesa El Reflejo para conmemorar su setenta y cinco aniversario, que ofertó a varios escultores la realización de unas piezas especiales. A Julia Ares, descendiente del fundador -artista relevante en el esmalte dedicada ya hace años al vidrio escultórico-, se juntaron artistas ajenos a este medio: María Xosé Díaz, Tono Galán, Tiago Madeira, Patinha, Soledad Penalta, Pestana, Montse Rego, Carmen Senande y Álvaro de la Vega. En el MACUF se pudo ver a fines de 2010 y la primavera del año siguiente. Desde aquí las gaviotas de Ares sobre el mar de cristal viajaron, con las medusas de Rego, y las demás obras, al Museo do Pobo Galego, con el orensano Acisclo Manzano cómo décimo invitado en el catálogo.


Aquel plan, un variopinto espectáculo plástico, como comisario por José Luís Rey, cobró nuevo impulso y levantó vuelo hacia Ourense. Éste oscila entre el ornamento decorativo, efímero, y una voluntad de permanencia, estática, expresada en unas pocas ‘manos’,  una de las hipótesis alcanzadas por la iniciativa de la cristalería coruñesa.

Utilizado como elemento de cierre desde la Edad Media, ya era conocido desde la época romana en pequeños objetos (M. Justo Rodríguez ha estudiado  las del Arqueolóxico ourensano, ente que ha dedicado una como ‘peza do mes’ el pasado año al vidrio grabado hallado en el Pompeo del Instituto Otero Pedrayo), material reverenciado desde las ventanas de las catedrales góticas. 

En la pasada Biennale se desarrolló la Glastress (no podía ser menos estando en Venezia) en la que diseñadores, artistas y arquitectos expresaron sus ideas: Arp, Louise Bourgeois, Kosuth, Kounellis, Rauschenberg o Fontana, entre otros. Esto es, a otro nivel, el espíritu de Reflexarte/reflexarte

De ella nos quedamos con Soledad Penalta y sus siluetas saliendo de cajas de vidrios de colores distintos, poderosa metáfora conductista; y con Acisclo haciendo un guiño canónico a la pintura basada en el Nuevo Testamento: Cristo en la Cena, sobre una mesa con mantel (grande, mas en exceso menor...).



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